Nicaragua, dispone de agua suficiente para cubrir todas sus necesidades presentes y futuras para uso potable y domestico.
Desde el punto de vista hidrográfico, el país está dividido en dos grandes vertientes; la del Pacifico (que representa el 9% del territorio nacional) y la del Atlántico (que representa el 91% de la superficie total del país).
El sistema hidrográfico de Nicaragua, que descansa en una rica red de aguas superficiales, está constituido por 21 Cuencas Hidrográficas, de las cuales 13 drenan hacia la vertiente Atlántica y 8 hacia la vertiente del Océano Pacífico.
El sistema de drenaje del país, está compuesto de 94 ríos importantes con 78 afluentes principales, de los cuales 23 desembocan en el Océano Atlántico; 18 en el Océano
Pacifico; 45 en el lago de Nicaragua y 8 en el lago de Managua.
Los ríos de la vertiente Pacífica son de cuencas pequeñas y generalmente son temporales y discontinuos, mientras que los ríos de la vertiente Atlántica, son de cuencas grandes, régimen permanente, largo recorrido, tienen un caudal considerable y son navegables.
Nicaragua cuenta con cuatro grandes lagos; dos de ellos naturales (Lago Managua ó Xolotlán y el de Granada ó Cocibolca), y dos artificiales (Apanás y Las Canoas). También se encuentran dispersos en el territorio alrededor de 30 lagunas, cinco de las cuales se localizan en Managua, incluyendo la laguna de Asososca, una de las principales fuentes de abastecimiento de agua potable de la ciudad de Managua.
La información sobre la escorrentía superficial, aunque no sea completa, arroja datos que indican que la disponibilidad total de aguas superficiales es muy alta, sobre todo en la vertiente atlántica.
A pesar de ello, el deterioro de las Cuencas Hidrográficas del país está afectando la regularidad del régimen hídrico y a su vez los volúmenes de agua disponibles para consumo humano.
Con respecto a las aguas subterráneas, los principales acuíferos se localizan en la Región del Pacífico que es la más densamente poblada y con los mejores suelos agrícolas del país. En esta Región, en particular en la zona occidental (León y Chinandega) y meridional (Rivas-Nandaime y la Meseta de los pueblos) se encuentra el mayor potencial de agua subterránea para el abastecimiento humano, actividades agrícolas e industriales.
En fin, tal como se afirmaba al comienzo, el país dispone de agua suficiente para satisfacer las necesidades de la población, sin embargo, la aparente abundancia contrasta con la situación efectiva donde casi la mitad de la población rural no tiene acceso permanente a agua sanitariamente segura.
En este sentido, son muy conocidas las limitaciones de disponibilidad y acceso en Managua, Matagalpa, Juigalpa, Boaco, Puerto cabeza, etc., igualmente conocida es la situación de contaminación de fuentes hídricas en León, Chinandega, los ríos del triangulo minero o los ríos del norte perjudicados por las aguas residuales del beneficiado húmedo del café.
Se podría seguir con los ejemplos, incluyendo las cifras records de contaminación de lagos y lagunas, pero este no es el propósito. Lo que aquí se quiere señalar es el hecho de que si bien la problemática central sea el insuficiente acceso al agua potable cuyas causas hay que buscarlas en las condiciones de pobreza y desigualdad, esto no le resta peso a la situación de la disponibilidad del recurso que también se ve afectado no sólo por razones naturales, sino también socio económicas, esto es, problemas de inversión, infraestructura, gestión, contaminación, etc.
Por lo tanto, el compromiso de garantizar el derecho al acceso al agua potable, va unido al reto de garantizar un manejo adecuado de los recursos hídricos, considerando como unidad de gestión las cuencas hidrográficas.
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